jueves, 4 de agosto de 2016

¿Por qué tardas tanto en corregir las novelas?

Mucha gente me ha preguntado esto a lo largo del tiempo, especialmente cuando anuncio la conclusión de una de mis historias y mis familiares y amigos esperan poder leerla de un momento a otro.

Por supuesto, pasan varios meses desde que lo anuncio hasta que termino con una versión más o menos aceptable que me atreva a dejarles leer, y desde luego pasa mucho más tiempo hasta que llega la publicación. Por eso me gustaría compartir con vosotros el proceso que sigo desde que escribo el primer borrador de cada capítulo hasta la edición final. Y no, no me he olvidado de Cómo organizarte para escribir tu primera novela... Lo que pasa es que (lo confieso) hago trampas y las hago, antes de que me saltéis al cuello, por una única razón: Rocío D.C.R.



Los más observadores ya habréis visto que todos mis libros están revisados por ella; pero Rocío no es únicamente una correctora más: no es solo su faceta de concienzuda correctora ortotipográfica lo que me hizo confiar en ella, sino el hecho de que además es una excelente correctora de estilo y una brillante escritora. Juntos hemos alcanzado un ritmo muy, muy bueno a la hora de trabajar, y os aseguro que sus aportaciones se notan muchísimo. Sin Rocío D.C.R, la Historia de los Confines no sería ni la sombra de lo que es.

Entre ambos hemos adoptado un sistema de revisión bastante completo que requiere de una gran afinidad y compenetración. Todo comienza con el primer borrador.

Tras escribir un capítulo y revisarlo, se lo paso a Rocío y ella realiza una primera revisión con una primera corrección y me anota todos los errores, mejoras y sugerencias que ve, tanto de estilo como del argumento. A continuación yo reviso cada cambio y decido cuál de ellos me parece mejor en ese momento (o bien me marcho por peteneras y dejo una tercera opción, distinta a su sugerencia y al original). Todo esto tan solo equivaldría  a la fase alfa.

Después de realizar estos pasos con todos los capítulos (o la mayor parte, ya que hay veces que los últimos no pasan por sus manos en este momento, pues yo también tengo mi orgullo y prefiero sorprenderla un poco) y con todo el libro ensamblado hago una segunda revisión en la que presto más atención a la coherencia interna del texto y a la historia, sin descuidar la narrativa. Esta revisión, que sería la fase beta, concluye con Rocío realizando el mismo trabajo y devolviéndome los comentarios, correcciones, sugerencias y hasta reescrituras de partes demasiado confusas o incoherentes (sí, alguna vez ha pasado). Todos estos comentarios vuelven a pasar por mis manos y vuelvo a decidir, uno a uno, cuál se queda (los más), cuál se va (los menos) y cuál ni se queda ni se va, sino que genera una tercera opción que surge en ese mismo momento. Es entonces cuando suelo añadir o modificar determinadas partes para reforzar ciertos aspectos de tal personaje o cual situación que, con una perspectiva más amplia, resultaban insuficientes. Aquí la intuición de Rocío resulta fundamental.

Entonces es cuando, una vez realizados todos los cambios y habiendo dejado pasar unas cuantas semanas para tomar distancia, retomo el libro de nuevo, pero esta vez como si fuera un lector que se lo encuentra de nuevas. Aquí los cambios son mucho menos numerosos (el libro ya está bastante pulido a estas alturas), pero sigue habiendo unos cuantos. También aprovecho y paso el corrector ortográfico del Word, que no es infalible, pero siempre encuentra alguna que otra morcilla que se nos ha escapado. Cuando se lo paso de nuevo a Rocío, ella también lo toma como si fuera la primera vez y me manda sus comentarios, que a estas alturas no suelen ser más que pequeñas modificaciones de estilo y un puñado de errores muy resistentes. En este caso los comentarios suelen ser aceptados directamente, concluyendo así la fase gamma.

Es entonces cuando empiezo a dejar que mi familia y amigos más cercanos lean el libro, especialmente los que tengan cierta afinidad con el género. Su ayuda también resulta muy valiosa, pues (al contrario que Rocío o yo mismo) ellos abordan por primera vez el libro y me comentan sus impresiones. Esta sería la última revisión, la fase delta.

Llegados a este punto, en total se han realizado doce revisiones diferentes, nueve de las cuales me han tocado hacerlas a mí. 

Si os habéis cansado de leerlo, imaginaos cómo acabo yo (o Rocío) después de cada libro. Escribir es una bendición: es abrir una puerta a un mundo infinito y, a veces, mucho más real que el nuestro propio, pero conlleva trabajar muchísimas horas que nadie suele ver, especialmente si quieres hacer las cosas bien y traer al mundo una historia lo bastante madura como para que pueda sobrevivir por sí misma.

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