lunes, 25 de mayo de 2015

Matar a Tolkien

Ayer me encontré con un sorprendente artículo en El Mundo, titulado "Así se acaba con Tolkien", en el que, para mi sorpresa, el consagrado escritor Joe Abercrombie aprovecha la presentación de su nueva trilogía de fantasía para declarar la simpleza de la obra de Tolkien y hacer de juez, verdugo y sepulturero, asegurando que en El Señor de los Anillos ningún personaje duda nunca y quejándose de la dicotomía moral entre el bien y el mal, haciendo gala de que en la sociedad actual todo es, a nivel moral, más complicado, que todo es más pantanoso.

Abercrombie, que ya es un autor más que consagrado y no tiene necesidad alguna de subirse a la tumba de ningún otro escritor para acrecentar su fama, parece que no se ha leído la obra de Tolkien con la atención que merece. No es necesario que nombre la larga lista de personajes que sufren dudas en un momento u otro, desde el mismo Frodo o Boromir, pasando por Denethor o el propio Saruman, porque únicamente la simple presencia del magistral Gollum debería haberle recordado que se puede ser realista y reflejar las dudas de la naturaleza humana sin necesidad de perder la distinción entre el bien y el mal. 

Precisamente Tolkien no necesitaba ninguna lección acerca de lo complicado que es señalar a un bando como bueno y otro como malo, especialmente después de haber luchado en las trincheras de la I Guerra Mundial y haber visto demasiado sufrimiento. No por nada, el tema principal de su obra es la muerte y la propia finitud del ser humano (como dice el poema: "hombres mortales condenados a morir...").

El mundo de Abercrombie no es más real por ser "gris e imperfecto" (¡como si la Tierra Media fuese perfecta!), pero sí más mediocre. Yarvi no tiene menos dudas que Frodo ni sufre menos que Turín Turambar, pero de él no me espero que intente superar sus propias limitaciones, o que reconozca que existe un Bien objetivo, aunque nunca lo alcance. 

Actualmente es demasiado común confundir el realismo con la mediocridad, y es en ese momento en el que tenemos que releer a los clásicos y dejar que nos vuelvan a enseñar que la literatura, la buena literatura, no es real por ser un mero espejo de este mundo lleno de monstruos de traje y corbata, sino porque no hay nada más cierto que todos nosotros podemos mejorar y alcanzar la virtud; pues esa y no otra es la auténtica victoria del bien contra el mal que aparece en las novelas de fantasía. Aunque a Abercrombie le cueste creerlo.

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