miércoles, 26 de noviembre de 2014

Dar lo que no se tiene

Cuando una fuente está seca es completamente incapaz de saciar la sed de nadie.


Exactamente lo mismo nos pasa a las personas. Si alguien es de ánimo alegre, será sencillo que los que están a su alrededor acaben contagiándose de dicha alegría, pero no podrá infundirles tristeza mientras ésta no se adueñe primero de él. De la misma forma, un soldado valiente es capaz de infundir valor a sus compañeros en la batalla, algo que le resultará imposible a aquel que se encuentre lleno de temor. 

Por eso, un maestro tiene que absorber toda la sabiduría que pueda si pretende dar lecciones a sus alumnos, y un escritor tiene que leer antes de serlo.

Un buen escritor solo eclosiona de un ávido lector, y la cualidad y naturaleza de ese escritor estará condicionada en gran medida por la de los autores de los libros de los que se haya alimentado. Por eso es tan importante leer mucho y de calidad. No daremos lecciones de fantasía sin haber leído a Tolkien ni seremos grandes filósofos si no conocemos la obra de Santo Tomás, pues nadie nace sabiendo ni se convierte en sabio por generación espontánea.

Eso no significa que todos los que sean grandes lectores se conviertan en grandes escritores, pero sí que es en ellos donde los acabas encontrando. Hacen falta muchos buenos libros leídos por mucha gente para que de ellos nazca un gran escritor; pero cuando lo haga, este nuevo escritor tendrá la capacidad de iluminar y engrandecer los espíritus de aquellos que lo lean. Podrá sembrar en nosotros porque antes habrá cosechado, al igual que una fuente recoge un agua que no es suya para saciar la sed de todos lo que acudan a ella. 

De la misma forma, si no poseemos sabiduría, malamente seremos remedio para la ignorancia ajena.

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